domingo, 27 de junio de 2010

Un circo de juguetes convirtió a todos en niños


Humberto Rivas: “en Latinoamérica hemos aprendido a hacer de todo, con este arte”, señala con una resignación muy satisfactoria

Por Alex Vallenilla

Nada como la magia de los títeres y marionetas de Humberto Rivas, para convertir a cualquier adulto en niño, cuando presenta en algún sitio abierto o cerrado, “El circo más pequeño del mundo”, un espectáculo, de un maestro de los juguetes, con un lenguaje universal, la música, y las peripecias de los leones, las cebras, los maromeros, los monos, el lanzador de fuegos, la cuerda floja, un payaso escalador y una colorida banda musical de madera.

Barcelona tuvo la fortuna de tener en sus calles, a los ingeniosos del Taller de Marionetas Colibrí, del estado Mérida, que han viajado por casi todo el mundo con su acto circense.
Al iniciar la presentación, Rivas convence de una vez, la banda de música hecha de madera, se mueve al compás del sonido del ambiente, propio de todo circo. El juguete implica mecanismos que mueven a los pequeños trompetistas y timbaleros de madera.

Pequeñas jaulas con animales en miniatura, diseñados por el juguetero y sus alumnos, forman una fila que muestra a niños y grandes, con una sonrisa marcada en sus caras, lo que a continuación se convierte en un episodio que lleva a todos a fusionar su imaginación con los juguetes, el trabajo histriónico de Rivas hace que todos ilusionen y vean un circo de verdad.

La delicadeza y finura de los diseños, la consabida combinación de colores, los notables contrastes y lo más importante, la mágica habilidad, con insondable maestría, de dar vida a juguetes, con el arte del titiritero, hacen de casi una hora, un momento en que las miradas y las sonrisas convierten en infante al más renegado.

Sí alguien, se sintió sensibilizado con la historia de “Pinocho”, Rivas le hará olvidarla. Porque él explica que ha estado en Europa y EEUU, y el espectáculo que monta, solo en ocasiones y con un par de ayudantes en otras, en esos países lo haría un equipo de más de diez personas. Hace de “Gepetto”, como creador y de “hada madrina”, para dar vida a los juguetes, al mismo tiempo, “en Latinoamérica hemos aprendido a hacer de todo, con este arte”, señala con una resignación muy satisfactoria.

Así empezó
Rivas de 51 años, aprendió este noble y particular oficio con el argentino y maestro titiritero Javier Villafañe. Éste llegó a Mérida, cuando Rivas apenas tenía 12 años. El argentino en un trabajo de investigación, hizo una recopilación de cuentos para niños, relatados por estos y publicó una obra titulada “Los cuentos que me contaron”.

“Se produjo un movimiento de titiriteros, Villafañe logró impregnar a todos, en los campos encontró un cuento, “La gallina que se volvió serpiente” y “Los cuentos de Oliva Torres”, luego, con Paulino Durán hicieron la ruta del Quijote en España, a partir de entonces, supe que debía hacer títeres y marionetas para el resto de mi vida”, cuenta el artista.

Su primer muñeco se llamó “Perico el tonto”, luego tuvo que investigar mucho para diseñar escenografías y utilerías, así como la creación de historias. Junto a ese proceso tuvo que dominar oficios como la carpintería y el tornado de madera, todo ello para construir su propio teatro de marionetas.

“Villafañe nos ayudó a instalar las salas estables, surgieron en las universidades, el Cantalicio de la UCV, el de la LUZ, que fue muy famoso con la pieza “Chimpetachampata” y nosotros que fuimos y somos los que damos vida al teatro de marionetas de la ULA, pero hoy hemos sido arrinconados, la experiencia no se ha renovado”, dijo con pesadumbre.


Rivas comenta que casi todos los titiriteros están jubilados, quedan algunos con bolsas de trabajo en los departamentos de cultura universitarios y ellos que se niegan a desaparecer; él y sus alumnos continúan su labor, sostenida con talleres de formación y los juguetes que venden, puesto que ha logrado convertir esa actividad en una forma de vida sustentable.


El circo
Cuando niño nunca podía ver un circo de verdad, sólo los que notaba en libros, la situación geográfica de su ciudad natal, Mérida, no permitía que llegaran las caravanas de cirqueros que montaban sus carpas en Barinas, “así encontré el motivo principal de mi teatro, al principio era de quince minutos, hoy ya es de una hora, se ha trabajado mucho, todos su movimientos están muy pulidos y precisados, así como la calidad de los juguetes”, dice.

Asegura que es un crítico, “los monitos dentro de la jaula yo los veo como América Latina, porque seguimos reafirmando nuestra postura política, los juguetes pueden darnos identificación y pueden enviar un mensaje que tenemos que seguir como hermanos latinos en la lucha, no es un panfleto, es la crítica, el movimiento cultural hoy tiene que tomar banderas por el calentamiento global, la contaminación y otros problemas”, señala Rivas.

El juguetero dice que Venezuela tiene enorme potencial, compara con Colombia, donde hay espectáculos de mucha calidad, “Bogotá tiene 70 millones de habitantes y tiene siete salas estables, en Mérida hay 800 mil habitantes y tenemos dos salas, no estamos mal en ese sentido, acá podemos crear mucho más”.

Su experiencia ha sido replicada en Colombia y en Caracas, incluso sus hijos, uno ingeniero y otro abogado, están construyendo sus propias versiones del circo, han logrado establecer un museo del títere, tienen 20 espectáculos distintos y una sala de expresión infantil.

Fotos: Alex Vallenilla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bello tu trabajo Humberto eres un gran artista,excelente marionetista y maestro juguetero te deseo el mayor de los exitos,saludos a tu hermosa jicacuy,mariel desde el estado aragua....