LOS MEDIOS TRADICIONALES ANTE LAS REDES SOCIALES
Por Alex Vallenilla
En el tránsito hacia lo que serán los nuevos medios de comunicación, fundamentados en el soporte digital, hay un aspecto que tal vez las empresas de comunicación dejan a un lado y que resulta lapidario para estas mismas. La línea editorial y las redes sociales.
Un medio impreso, radial o televisivo, pleantea dentro de su concepto y visión, una línea editorial, que según la misma permite desarrollar los contenidos que divulga y promueve dicho medio. Hay que adelantar, el modelo comunicacional se está transformando y lo está haciendo la gente de manera exógena, no los medios desde dentro.
La línea editorial impuesta por un medio tradicional, responde a criterios estructuralistas y funcionalistas en la comunicación. Desde mitad del siglo pasado en Estados Unidos viene en decadencia la prensa escrita, un ejemplo de ello es la caída de los medios de variedades, que tuvieron que mutar a medios especializados para sobrevivir y mantener sus mercados, el nuevo reto es sobrevivir y fusionarse con la Internet, y esta vez se vuelve a poner en el tapete los contenidos, en cuanto a quienes los desarrollan y como se despliegan.
Las primeras caídas fueron registradas por los semanarios norteamericanos Collier’s, desaparecido en 1956 y vendía cuatro millones de ejemplares, el Saturday Evening Post, suspendido en 1969, vendía seis millones de ejemplares y el Look, cerrado en 1971, con ventas de 6,5 millones de ejemplares. Sólo en 1947, con la entrada de la televisión, en Nueva York cerraron unos 24 diarios, en 1967 tres gigantes: Herald Tribune, World Telegram y Journal American, cayeron.
Lo que se plantea respecto a la línea editorial, es que esta permite a los medios informar, orientar, entretener y educar, según los contenidos que tienen mayor espacio en la publicación y difusión, por supuesto afectando la opinión de una manera u otra.
El manejo de la línea editorial, sólo posible por quienes dirigen el medio, que definitivamente la definen los propietarios, muchas veces se encuentra ligada a los intereses económicos del grupo con propiedad del medio de comunicación, por lo tanto el contenido difundido o promovido pudiera tener características ligadas a los intereses particulares, tanto de medios privados como públicos que aún son tradicionales.
La llegada de las redes sociales haría que esa realidad termine siendo obsoleta. Pues en la Web 2.0 no hay un director que centralice los contenidos, porque los mismos se producen de manera masiva, con la participación de los usuarios, aunque todavía clasificados por canales, un aspecto estructuralista.
La llegada de la red social derriba paradigmas en cuanto a la comunicación conocida hoy en día y es que en la visión estructuralista y funcionalista, un ciudadano común no ponía en tela de juicio el contenido de un medio, es decir lo que era publicado no era refutado y era aceptado como un hecho veraz, tal poder dado a los medios de comunicación, es sostenido por la respuesta social de la aceptación, al tener presentes los medios como un fin.
La red social ahora permite criticar, refutar, aceptar, apoyar y hasta rectificar cualquier contenido en los medios, por lo que los directores tienen un nuevo elemento con el cual lidiar. Allí que el paradigma que establece la crítica social entra en vigencia.
Ciertamente la red social hasta ahora es como un “juguete”, el devaneo, la cultura del ocio, compartir con las amistades y otros aspectos relacionados al entretenimiento son comunes, la sociedad más temprano que tarde encontrará una utilidad que formará parte de la cotidianeidad, con la participación colectiva, los contenidos tendrán una utilidad, colectiva también, a partir de ese momento los medios de comunicación tradicionales habrán perdido la capacidad de imponer líneas editoriales o contenidos específicos a menos que evolucionen en el sentido en que lo hacen los usuarios en la red, pero ya no para imponer temas, sino para complementar o nutrirse de la red.